Bitácora de un viaje por el cáncer. De un viaje que no va a matarme, que no va arrastrarme. De un viaje que es más bien una piedra en el camino, en éste que me mantiene entre el estar y el ir.



sábado, 11 de septiembre de 2010

Segundo round con Elena

11 de septiembre, hoy hace un año. Mientras el mundo mira hacia la barbarie de las torres gemelas o al magnicidio de Allende, este día está marcado en mi vida como aquel en el que, como un rayo, un aneurisma se llevó a Elena, mi socia, mi amiga. Dejó a Mario, su marido, a sus padres, a sus hermanos con una vida marcada para siempre. A Matías y a Julia, sus enanos, con una ausencia imposible de explicar ni con cuentos, ni con abrazos de “tietas”, ni con regalos. Sus amigos, sus amigas, seguimos sobrecogidos con la experiencia de la indefensión ante la vida pero con el recuerdo imborrable de su humor, de su brillo con la palabra, de su sensatez, de su pragmatismo, de su honestidad sin recovecos, de su frialdad reconocible en ternura, de su belleza como del sur... Elena Gutierrez Bergareche (Gutierrez qué? Cuántas veces nos reímos de esa bobada), exhaustiva conocedora de las letras de David Bowie, de Les parapluies de Cherbourg y Mari Trini... No te olvidamos Elena, sigues viva entre nosotros.

La muerte de Elena ha sido, sin lugar a dudas, el shock más fuerte de mi vida. La muerte de Camino, mi hermana, o la de mi madre -extraordinariamente dolorosas- fueron crónicas anunciadas. La de Elena, por inexplicable, repentina, por difícil de compartir con otros, supuso un golpe único. Si creyéramos en la teoría de la “nueva medicina” de Hamer (gracias Juncal!), el tumor habría surgido como respuesta del cuerpo a ese trauma y no sólo eso, supondría su proceso de curación. Tumor de mama derecha: shock vinculado con una pérdida de alguien “horizontal” (amistad, amor), shock “vertical” (un hijo, una hija) iría al izquierdo: el de mi madre al saber el cáncer de su hija… Lo dejo ahí pero resulta curioso pensar en esa vía, ¿no? Así que, de acuerdo al Dr. Hamer, me estoy curando.

Pero no era de Hamer de quién quería hablar ni siquiera de mi reciente calvicie… ayer me desperté con la coronilla como seminarista de los 40’s y me fui a rapar, trauma de unos 20 minutos que se saldó con una risotada al oír de Pilar, mi hermana más “sinsorga”, que parecía el Dalai Lama o un hare krishna (hare, hare). Pero no, yo hoy quería hablar de otra cosa. Quería hablar del estar. Del vivir hoy.

Un día gris de la semana “chernobyl”, pensando en cómo viviría si me quedaran dos años de vida, si me diagnosticaran por ejemplo, metástasis, evoqué a Elena. ¿Qué hubiera hecho ella de saber que le quedaban doce meses? ¿Habría dejado el trabajo? ¿Habría cogido a los niños y a Mario y emprendido un trepidante viaje por el extremo oriente? ¿o quizás lo habría dejado todo y habría escapado sola a vivir otras vidas? Nadie puede asegurarlo, pero a mí me resulta difícil de creer. Se habría levantado cada mañana y ayudado a Matías con el desayuno y a Julia, ¡si Julita se lo permitía!, a vestirse mientras miraba cómo entra la luz sobre esa magnífica torre medieval de Medina desde su ventana. Habría discutido sobre si ir ó no al monte con Mario el domingo o si hacían, como ella preferiría, un plan más “urbano” mientras escuchaba Radio 3. Habría, probablemente, vivido cada día intensamente y con esmero; ella que tan bien sabía reconocer lo importante. Y eso es estar. Y eso es lo que quiero aprender de este viaje. A estar, a vivir el presente y no, como suelo, vivir en el futuro.

Inicio del segundo round, todavía hoy me siento bien. Va por ti Elena, va por el privilegio de haberte conocido; con gratitud y alegría por haberte tenido de amiga, de socia; por la delicia que nos has dejado en tus hijos, mis sobrinos y por la casi certeza de saber que la luz de la ventana en tu salón, habría sido el cotidiano placer de vivir el día a día.

9 comentarios:

  1. Me conmueves amiga, como me conmueves....

    ResponderEliminar
  2. no conocí tu socia Helena pero aprendamos de ella

    EL PLACER DE VIVIR DIA A DIA ,no es el pasado ni el futuro

    un beso aleja

    ResponderEliminar
  3. Recuerdo que el dia que despedimos a Elena, dijiste que lo bueno de todo era que, ante todo parecía haber disfrutado de la vida anteponiendo lo que mas quería y la importaba: sus hijos, por encima del trabajo. Creo que es una muy buena lección de vida.
    Hoy al leerte, la angustia es doble. Yo también la he recordado todos estos dias. Como tambien a tí, dandome rabia una vez más tenerte lejos y a la vez, alegrandome por tu actitud.
    Un beso
    ( Ah! Las túnicas naranjas favorecen mucho...)

    ResponderEliminar
  4. Hermoso Olga.. da ganas de vivir cada día intensamente como Elena.. una inspiracion ...

    ResponderEliminar
  5. Olga, el ordenador va mal (lento porque estamos casi en el fin del mundo esperando que el azul del Perito no nos deslumbre mañana -no es para dar envidia-) pero aún así...: la huida siempre es una alternativa. A mi siempre me ha atraido, pero me he dado cuenta de que uno no puede dejar la mochila de lo vivido porque eso es uno mismo (se es lo que se es....).
    Piazzola a veces acompaña la tristeza. Y devuelve recuerdos que no se pueden dejar eescapar. Invierno porteño es uno de esos temas (las cuatro estaciones; milonga del ángel, tango cero...títulos que me sopla Enri). Ojo, solo para estados carenciales...no para regodearse.
    Hare Hare Harekrisna.

    ResponderEliminar
  6. Pero si no puedo ni responderte, si me has hecho llegar a Elena como si estuviera aquí, como si pudiéramos acudir a ella para la respuesta irónica que nos libere de la angonia que a veces se nos apodera. Bueno pues no me importa, muchas gracias Olguita por traerla de nuevo, porque yo no se qué me dio, pero algo me metió por la vena que la recuerdo como si hubiera estado con ella mil veces más de lo que estuve.
    Vivan los Hare, el Dalai Lama y la moda que acompañó a los limpios de pelo y "paja" de las molleras. Yo te quiero mucho y no puedo evitarlo, así que aprovecha que cuándo te encontrarás en otra (dí que ahora que vives el presente a lo mejor encuentras más de ésto y más a mano, ¿no?).
    Muchísimos cariños de mi madre, qué tanto se acuerda de tí y tan cerca está de mí (toooodo el rato) y muchos también de Rodolfito (que no está tanto rato como mi madre)y de mí misma (que estoy todo lo que puedo conmigo, por si acaso me pierdo.
    P.D. La uva blanca ya está aquí y el aroma del mosto fermentando me recuerda a las galletas de panadería con trocitos de albaricoque,....

    ResponderEliminar
  7. Querida luchadora,

    Me ha emocionado leerte (por cierto, ¡qué bien escribes bandida!). No conocí a Elena, pero leyéndote me ha parecido muy cercana, me ha parecido compartir tantas cosas y me ha entristecido su ausencia. Me ha hecho reflexionar sobre las decisiones que tomamos cotidianamente y las que no tomamos, y que nos llevan a tomar las riendas de nuestra vida o a dejarnos llevar por ella.
    Son estas situaciones limite las que nos ponen a pensar en estas cosas!
    Querida luchadora me gusta ver cómo estás dando la batalla, como eso genera estas letras inspiradoras y como pese a miedos, dolores y quimios mantienes esa fuerza arrolladora!
    Tras unas semanas un poco locas (viajes, trabajo y niños, viajes, trabajo y niños...) ya estoy por aquí... te llamo lueguito.
    Besos. Neus

    ResponderEliminar
  8. Este verano hablé con mi tía Begoña, la madre de Elena. Me dijo que estaba segura de que Elena estaba en el cielo, y de que estaba bien. Lo único que le preocupaba es qué sentiría Elena al ver a sus hijos ahora, creciendo sin una madre... ¿estaría sufriendo? Esto es lo que le atormentaba. Yo le dije que Elena no podía estar sufriendo, porque en el cielo no existe el sufrimiento. Creo que no fui muy convincente. No me atreví a intentar explicarle lo que realmente creo: que Elena no puede sufrir al ver a sus hijos crecer, porque para Elena sus hijos nunca van a crecer.
    Los muertos no están viéndonos por un agujerito. No nos escuchan si les hablamos. Pero eso no quiere decir que sean menos reales que nosotros, o que estén menos vivos que nosotros. Los muertos están vivos. Lo único que les distingue de nosotros es que no están aquí, en este tiempo. Están en otro tiempo. Esto es lo que a mí me ha enseñado la muerte de Elena: que la muerte es solo una ilusión. Una ilusión causada por nuestra percepción del tiempo. La muerte no es nada. Lo único que es real es la vida. O dicho de otro modo: la muerte es siempre la muerte de los otros, la ausencia de los otros. Elena no está en ninguna parte pensando: estoy muerta. No está viéndonos, viendo a sus hijos y pensando: ellos están vivos y yo estoy muerta. No. Elena está viva. No está aquí, con nosotros, compartiendo este tiempo con nosotros, pero está viva. Está en otro tiempo. Está ahí, dándoles el desayuno a sus hijos, viendo el amanecer sobre las torres de Medina. Y está en el desván del Molino, tirada en el sofá una tarde de agosto, con La Cartuja de Parma en las manos y diecisiete años y fumando un Ducados detrás de otro y escuchando Space Oddity de David Bowie y diciéndole a su hermano Miguel, que está sentado junto a ella hablándome de su nuevo y revolucionario cortometraje titulado Flor de Pasión: “Te huele la gafa mazo, macho”.
    Yo creo que es por eso que realmente podemos decir: Elena está en el cielo. Porque Elena ha tenido una vida feliz. Y eso es lo que hay.
    En fin. Esto es lo que puedo aportar al tema. A mí la muerte de Elena me ha llevado a la metafísica. Cada uno se defiende como puede. Aunque en el fondo estoy diciendo lo mismo que tú, Olga: que Elena era feliz, y que era feliz porque sabía vivir el presente, que es lo único que existe.
    Un beso muy fuerte, Olga, seguimos en la brecha
    Rafa

    ResponderEliminar
  9. Fe de erratas: Flor de Pasión es un programa de Radio 3. El cortometraje de Miguelito se llamaba Llanto de Dolor. Perdón por este imperdonable lapsus...
    Besos
    Rafa

    ResponderEliminar