Bitácora de un viaje por el cáncer. De un viaje que no va a matarme, que no va arrastrarme. De un viaje que es más bien una piedra en el camino, en éste que me mantiene entre el estar y el ir.



viernes, 1 de octubre de 2010

Esta quizás, no me la perdonan

He tenido que leer varias veces lo que escribí la semana pasada para asegurarme de que volveré a sentirlo. Hoy viernes, a una semana ya del 3° round sigo con malestar, con molestias en la garganta (ahora tengo las llaguitas que tenía en la boca la semana pasada, en la laringe; que no me privo de nada!) y con ciertas náuseas. Creo que mañana estaré casi, casi bien y el domingo, para festejarlo, me comeré una paella o macarrones que es, sin duda, mi comida favorita! Viva la nouvelle couisine!
Pero dejémonos de sufrires físicos. Hoy voy a mojarme. Pienso escribir, para lectura y aburrimiento de quien me lee lo que pienso de la Democracia y del Reino de los Cielos, que, bien mirado, podría ser lo mismo. Me explico. ¿No creéis que es el cielo un mundo en el que la ciudadanía (o sea, los hombres y mujeres que vivimos en él) somos los dueños y para organizarnos, delegamos en manos de aquellos profesionales que se lo disputen, la capacidad de organizar las cosas y de atendernos como merecemos, o sea, como dueños?. Pues eso es más o menos la democracia, ¿verdad? Ese es el contrato social que se aprobó (por cierto, expresamente solo para hombres según Rousseau, por eso se está arreglándolo para mujeres en el último siglo…) hace ya un par de siglos con la revolución francesa y que daba el poder al dueño; o sea, al pueblo. Se acabaron los monarcas venidos del cielo, los privilegios de la nobleza, la iglesia como poderosa rectora, los feudos y los esclavos. Somos los dueños del aire, del agua, de los ríos, de los mares, de la luz del sol, de las fuentes de energía, de las riquezas del subsuelo y eso nos hace millonarios. Mucho más ricos que Bill Gates, al que ya le gustaría disponer de una parte de la atmósfera, venderla por internet y luego con las “ganancias” decidir qué enfermedad tropical o qué país africano atender y sentirse como Dios.
Y bueno, si somos millonarios, dueños y señores (millonarias, dueñas y señoras también) y tenemos un estado organizado para atendernos, no es mucho pedir que en esa atención se incluya la de la salud, la educación, la justicia, el cuidado de bebes, de los mayores… porque de eso se trata, de que nos traten como a reinas, como a reyes, como a dueños y señoras de lo que somos, del país, del mundo.
Ya sé que corren vientos de ahorro, de reducciones presupuestarias, de volatilidad bursátil (qué poco me gusta escribir esa palabra. Detesto la bolsa y todo lo que se relacione con la especulación financiera); ya sé que nuestros “empleados” hablan de bajarse el sueldo y que hay quejas entre los “arrendatarios” (empresas que disfrutan de los bienes de todos) sobre el precio que hay que pagar por las carreteras por las que circulamos, por los puertos desde donde se reciben o envían mercancías, por el suelo que se recalifica, por la juventud que se les proporciona formados para generar riqueza y por ello nos venden la idea de que la bajada de impuestos es la solución a todos sus males. Ya sé también que desde hace un par de años hay que atender las necesidades urgentes de quienes inventaron el precio del dinero, de quienes dijeron que un dólar era un papel que no se sostenía con ningún valor atrás, de quienes jugaron sin red para hacerse millonarios y se marcharon por la puerta grande dejando el destrozo que han dejado, pero eso no puede hacernos perder el norte: Somos los dueños, las dueñas del mundo y quienes trabajan para nosotros deben de atendernos como merecemos. Y a eso voy.
En Panamá, como en la mayor parte del mundo, los dueños del país no tienen buena atención médica y solo quienes tienen dinero pueden recibir lo que en otras latitudes se llama “servicios de salud dignos”. Solo quienes tienen dinero, solo a los privilegiados. Como antes de que se llamara a esto, estado democrático, como en un estado feudal. A mi si me atienden, pero ni siquiera porque tengo seguro sino porque tengo dinero. 
Mi seguro, uno medio serio según dicen, considera que mi operación era estética y muy cara y decide (unilateralmente, sin que exista nada escrito ni argumentos médicos que me puedan mostrar) devolverme tan solo el 30% de lo que me he gastado. Según ellos, la oncóloga, cobra 3 veces más de lo que el seguro reconoce como normal (debe de ser listísima…) y ellos me devuelven el 30% de ese monto que suponen normal. Del tratamiento de quimio, tengo que pagar el 30%. Total: esto cuesta unos 18.000 dólares. Si hacemos la comparativa en términos de renta per-capita con España, esta broma costaría unos 25.000 euros (eso teniendo un seguro respetable, no hablemos de los que nunca pagaron por uno!!).
No creo que ni un 30% de la población de este país cuente con recursos disponibles para pagar este monto, lo que les llevaría o bien a no ser tratados como merecen o bien a endeudarse para que bancos y aseguradoras sean felices y coman perdices. Y eso que son dueños y dueñas del Canal de Panamá, de cientos de kilómetros de costa en el pacífico y en el Caribe, de miles de hectáreas de selva tropical, de las mayores reservas de cobre de América Latina. Y eso que son dueños de un país entero…
Por ello, cuando se oye hablar contra el estado de bienestar, a una se le ponen los pelos de punta. Volver a las tinieblas, al reino del mal. ¿De verdad que se sostiene la idea de que la culpa de todo la tiene el dueño que se enferma? ¿Alguien se cree que, a pesar de haber incrementado la productividad en el mundo en más de 17 veces en los últimos 50 años la culpa la tienen los viejos que viven mucho o que la gente trabaje poco?  ¡¡Pero si deberíamos, a juzgar por ese dato, de poder jubilarnos a los 40!!. Si con nuestros recursos hay gente muy rica (pero muy, muy rica, tanto que cambian el valor de una moneda tras una reunioncita en un hotel) es que están pagando poco por lo que usan. Y no me digan que los impuestos colapsan a las empresas porque no estaría Suecia o Noruega entre los países de mayor renta del mundo, sino Burundi o Senegal…
Menudo rollo. Debo de estar mejor, aunque me queje. Aunque tengo todavía malestar estomacal. Aunque no esté tan contenta como para poder cantar. Mañana será mejor y les anuncio que queda solo una. Que el próximo viernes me meto en el cuerpo la última dosis de veneno duro y que a partir de ahí, solo escribiré lindezas y hablaré amor y de paz.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Vaivenes y alegrías

Seamos sinceros. El bienestar es mal inspirador de reflexiones. ¿Conocen algún poeta que gozando de buena salud, tras disfrutar de una opípara comida, recibir el amor correspondido de su amante, y cobrar una importante cantidad de dinero por su última publicación ideara alguna poesía imperecedera? Me temo que no. Y eso es básicamente lo que me ha pasado esta semana. ¿Qué les cuento yo a estos “seguidores” míos si estoy como una señora? ¿De qué hablo yo en este blog -cuya responsabilidad ahora me pesa- si no estoy al tanto ni de política ni de ningún tema de actualidad que no fuera mi propio yo y ese yo lo único que puede decir es: “me encuentro entre bien y muy bien, gracias”?.
Pensé en escribir sobre la amistad (que tanto valoro siempre y muy especialmente ahora) pero Rosa Montero se me adelantó y escribió un buen artículo sobre ello en El País. Pensé en hacerlo sobre las bondades de la familia numerosa que tan bien me ha venido en estos momentos (Gracias Pilar! Gracias Maria Luisa!) pero se me vinieron a la cabeza algunos otros inconvenientes y me dije: en ese lío, yo no me meto y ahí me quedé como seca, sin ideas.
Y es que, aunque la semana pasada los horrores físico-mentales me hicieron sentirme como os conté (o sea, de la chingada!), amanecía el lunes y sentí nuevamente que la vida es una gozada, que la lluvia (no sólo en Sevilla…) es una maravilla y que la luz no sólo sirve para activar la clorofila que tan loca me volvió en la carrera sino para ver en Panamá la delicia que me ha hecho quedarme tanto tiempo.
También debe de ser efecto de la quimio ese subidón anímico que sientes, por lo que estoy por pedir el componente que me hace disfrutar así para entregarlo, en pequeñas dosis, a cuantos desesperados, desesperanzados y desanimados (iba a añadir la –a a todos los adjetivos pero la verdad es que las mujeres que me rodean son siempre tan optimistas!!) encontramos a nuestro paso porque me siento tan contenta que me encantaría repartir alegría por doquier.
Así es la quimio, una montaña rusa que te hace conocer el infierno y te sube al séptimo cielo en menos de una semana y así es el cuerpo, una materia moldeable que permite esa transformación. Mañana vuelvo al gris-marrón, al eterno malestar, a la nube tóxica. Y van tres. Suerte y al toro, me digo, y a la vuelta os cuento.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Sin paliativos

Esto es una putada. Esta enfermedad (o esta curación…) es una putada. Y hoy voy a sacar el enfado que tengo porque también, dicen, esto es parte del “duelo”. El segundo round ha sido menos dramático que el primero. Sabía lo que me esperaba y tenía nada más y nada menos que una hermana cuidándome (Pilar, quien se ha solidarizado de tal forma que duerme lo mismo que yo, llora cuando yo lo hago y ayer, hasta dijo: tengo la bnoca como seca...). Tomé mis medidas en lo más importante: el agua y la evacuación (disculpen lo escatológico) y las nauseas se fueron a la mitad, el dolor de cabeza, la sensación de intoxicación pero, aún así, me quejo. Esto es una putada.
La boca. Tengo varias sensaciones. Una es como si no me hubiera limpiado los dientes desde hace unos 2 meses algo que, les juro, es falso. La otra es como si estuviera masticando una moneda de peseta de las de Franco (si, esas donde ponía 1 pta. y salía el calvo de perfil). Una más: es como si te bajaras de un bus de Ansa (Continental o Alsa, que no me voy a poner regionalista...) pero hace años; o sea, cuando la gente fumaba dentro y te hubiera tocado al lado de un viejo con un puro. ¿Recuerdan la sensación? Y finalmente empiezan las llagas, la boca como con heriditas. Y esto no va a menos.
El cuerpo. Un profundo cansancio te invade. Las piernas no te aguantan, crees que no puedes mantener la cabeza erguida y cuando te sientas a la mesa a comer, lo haces apoyada sobre el brazo, como una niña malcriada. Además las almorranas (vuelvo con lo escatológico pero quiero que todo el mundo lo sepa!), la acidez de estómago y los gases. Tengo una cicatriz abdominal a la que Pilar llama el “camino de Santiago” de más de 50 cm. que tira al levantarte. Me molesta mucho verme sin pelo, con los ojos hundidos, con ojeras. Me da lástima mirarme.
La herida. Creo que dije que se me abrieron los puntos de mi recién estrenada teta/tripa (la reconstrucción trajo carne de ese lado) y tengo una herida no cerrada a la que hay que limpiar y limpiar cada 4 horas. Emite un olor desagradable, entre el metano y el azufre que se me ha quedado para siempre en la pituitaria. No lo soporto. Bueno, si lo soporto pero me cuesta.
El humor. Estoy entre triste y apagada. Se apodera de ti, además, una idea: esto no sirve para nada. 10,000 dólares de productos químicos (el seguro cubre gran parte, tranquisssss) sólo sirven para matar hormigas a cañonazos. ¿Qué es eso de que “te damos quimio por si hay alguna célula que se haya salido fuera del tumor”?. Parece tan poco científico… Pero bueno, supongo que la sospecha te asalta porque estás mal, con mal humor y con ganas de que esto pase. Pero claro que sí, voy a seguir!. De hecho, dentro de otra semana, el próximo viernes volveré a sentarme en ese sillón, a dejarme que me metan algo en el cuerpo que me hará sentirme de la chingada (gracias México por esa palabra!). Hoy, sólo de pensarlo me entran ganas de llorar. Seguro que mañana lo veo mejor y esa es la idea que debo de dejar que crezca en mi cabeza: esto se acaba.
No estoy deprimida ni desesperada pero quería escribir también esto aunque no sea ni poético, ni profundo ni simpático. Quería deciros que tengo rabia, que cuando supe del cáncer no pensé en la putada que era, si no en el miedo a morir. Ahora, que por alguna razón ese miedo ha desaparecido, me quejo del proceso. Pero no se preocupen. Tengo un raudal de historias de asesinatos nórdicos dispuestos a esclarecerse en las páginas de varios libros. Es lo que tiene estar tumbada, que dejas que hasta Suecia te entretenga.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Segundo round con Elena

11 de septiembre, hoy hace un año. Mientras el mundo mira hacia la barbarie de las torres gemelas o al magnicidio de Allende, este día está marcado en mi vida como aquel en el que, como un rayo, un aneurisma se llevó a Elena, mi socia, mi amiga. Dejó a Mario, su marido, a sus padres, a sus hermanos con una vida marcada para siempre. A Matías y a Julia, sus enanos, con una ausencia imposible de explicar ni con cuentos, ni con abrazos de “tietas”, ni con regalos. Sus amigos, sus amigas, seguimos sobrecogidos con la experiencia de la indefensión ante la vida pero con el recuerdo imborrable de su humor, de su brillo con la palabra, de su sensatez, de su pragmatismo, de su honestidad sin recovecos, de su frialdad reconocible en ternura, de su belleza como del sur... Elena Gutierrez Bergareche (Gutierrez qué? Cuántas veces nos reímos de esa bobada), exhaustiva conocedora de las letras de David Bowie, de Les parapluies de Cherbourg y Mari Trini... No te olvidamos Elena, sigues viva entre nosotros.

La muerte de Elena ha sido, sin lugar a dudas, el shock más fuerte de mi vida. La muerte de Camino, mi hermana, o la de mi madre -extraordinariamente dolorosas- fueron crónicas anunciadas. La de Elena, por inexplicable, repentina, por difícil de compartir con otros, supuso un golpe único. Si creyéramos en la teoría de la “nueva medicina” de Hamer (gracias Juncal!), el tumor habría surgido como respuesta del cuerpo a ese trauma y no sólo eso, supondría su proceso de curación. Tumor de mama derecha: shock vinculado con una pérdida de alguien “horizontal” (amistad, amor), shock “vertical” (un hijo, una hija) iría al izquierdo: el de mi madre al saber el cáncer de su hija… Lo dejo ahí pero resulta curioso pensar en esa vía, ¿no? Así que, de acuerdo al Dr. Hamer, me estoy curando.

Pero no era de Hamer de quién quería hablar ni siquiera de mi reciente calvicie… ayer me desperté con la coronilla como seminarista de los 40’s y me fui a rapar, trauma de unos 20 minutos que se saldó con una risotada al oír de Pilar, mi hermana más “sinsorga”, que parecía el Dalai Lama o un hare krishna (hare, hare). Pero no, yo hoy quería hablar de otra cosa. Quería hablar del estar. Del vivir hoy.

Un día gris de la semana “chernobyl”, pensando en cómo viviría si me quedaran dos años de vida, si me diagnosticaran por ejemplo, metástasis, evoqué a Elena. ¿Qué hubiera hecho ella de saber que le quedaban doce meses? ¿Habría dejado el trabajo? ¿Habría cogido a los niños y a Mario y emprendido un trepidante viaje por el extremo oriente? ¿o quizás lo habría dejado todo y habría escapado sola a vivir otras vidas? Nadie puede asegurarlo, pero a mí me resulta difícil de creer. Se habría levantado cada mañana y ayudado a Matías con el desayuno y a Julia, ¡si Julita se lo permitía!, a vestirse mientras miraba cómo entra la luz sobre esa magnífica torre medieval de Medina desde su ventana. Habría discutido sobre si ir ó no al monte con Mario el domingo o si hacían, como ella preferiría, un plan más “urbano” mientras escuchaba Radio 3. Habría, probablemente, vivido cada día intensamente y con esmero; ella que tan bien sabía reconocer lo importante. Y eso es estar. Y eso es lo que quiero aprender de este viaje. A estar, a vivir el presente y no, como suelo, vivir en el futuro.

Inicio del segundo round, todavía hoy me siento bien. Va por ti Elena, va por el privilegio de haberte conocido; con gratitud y alegría por haberte tenido de amiga, de socia; por la delicia que nos has dejado en tus hijos, mis sobrinos y por la casi certeza de saber que la luz de la ventana en tu salón, habría sido el cotidiano placer de vivir el día a día.

lunes, 6 de septiembre de 2010

De la huída y el hallazgo

Dije que iba a ir de atrás hacia adelante así que doy un salto de rana de un par de meses.

No estaba yo en el mejor momento. Por alguna razón todo parecía costarme. El trabajo, en vez de vivirlo con la dosis de adrenalina que me despierta cada mañana, lo veía como una pesada carga. La casa de Portobelo, inalcanzable. Mejorar la dieta, hacer algo de ejercicio, una utopía. Por segunda vez en mi vida decidí dejar de lado el trabajo y hacer de mi capa un sayo por, al menos, tres meses. Y así se lo dije a mis jefes y a mi familia y a mis amigos: "me voy del mundo un rato, luego nos vemos".

Dos días antes de empezar la huída se produjo el hallazgo. Me lo noté de casualidad, salió para avisarme al secarme de la ducha y no volvió a aparecer. Me gusta pensar que ahí estuvo la mano de mi madre. Y es que tengo un grado de religiosidad similar al de una niña de tres años: mi madre está ahí arriba viendo en qué andamos y si tiene que intervenir, lo hace sin mayor problema. Esa es mi imagen del más allá, de la vida después de la muerte, de la reencarnación, del nirvana y de todas las demás variantes. Pero, como asumo que si las cosas de la fe fueran tan simples no hubiera habido motivos para tanto enredo en la historia, tantas guerras, divisiones, palacios episcopales, budismo californiano, tiendas de souvenirs y muros de lamentaciones, viéndome el nivel, no me queda otro remedio que declararme “mujer de poca fe”.

Así que permitidme creer que el bulto surgió como un aviso, pero no os dejéis llevar por la fe. Os lo aseguro: es mejor una mamografía. Y no hacérsela y no cuidarse y abandonarse a su suerte es, como diría Marta, un problema de autoestima. Y por eso le agradezco tanto a ella, a Gina y Ane que me dieran las pautas y sin alarma pero sin “relajo”, me pusieran en ruta. Quién sabe si, como otras veces, hubiera estado enfrascada en una idea, en un proyecto, me hubiera prestado alguna atención. Quién sabe si hubiera ido estando sola. En la parte de atrás de la conciencia, y aunque avergüence decirlo, tengo esa duda. Me hubiera parecido una “ñañería” preocuparme, cosa de flojas. Eso de los controles periódicos me suena tan a burguesas adineradas e inactivas... Mejor veo si me molesta y en un tiempo me lo miro. La diferencia entre un tiempo y otro es, nada más y nada menos, que la vida.

Y en menos de una semana, cirugía y el milagro de la reconstrucción. Esto merece reflexión aparte. Nunca he experimentado que algo -diría alguien- tan banal, pudiera formar parte de la esencia. Te quitamos el pecho pero lo volvemos a rellenar. Despertarte con volumen, con tus pecas, con la piel que reconoces, aleja cual sortilegio la palabra cáncer de la cabeza. Y creo que, desde entonces, no he dejado de sentir el privilegio. El de estar cubierta por un seguro, el de que el dinero no sea un tema, el de tener a mi alcance toda la ciencia. Tantas mujeres muertas, tanta tristeza... Si fuera actriz o cantante de conciertos, defendería cual soflama: ¡Sí a la mamografía! ¡Sí a la cirugía estética! No al total, no es lo importante. La vida es mejor con formas, con bultos. La vida, es mejor con tetas!!.

Así que estando, como os decía, en fase de encefalograma plano cuando se confirmó el resultado, aunque se me nublaron los ojos, sentí una especie de liberación, casi, casi un poquitín de alegría. Era como si algo justificara mi estado y como si ese algo marcara el antes y el después que estaba buscando. De ésta, me cuido, de ésta decido qué hacer, de ésta descanso.

Y así pasé las primeras semanas (el contacto con el estoy enferma, llegó después): alegrándome de estar convaleciente, de estar cuidada, de haberme enterado a tiempo y sintiendo sorprendida como la vida y el cuerpo, me están mostrando el camino sin que intervengan, como pensaba, neuronas, reflexiones ni libros de autoayuda.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Primer round

Y de repente llegó la bomba (ruego se pronuncie con acento ruso, como de Chernóbil). Cuando el sábado, tras la ingesta de la que os hablé y animada por Gina me puse a escribir el blog, pensaba que estaba escribiendo sobre lo que se sentía con la bomba. No! lo que se siente, vino después.


La bomba es cómo un púgil. Ágil. Adiestrado. Certero. Y sin esperarlo, me ha enseñado toda su batería de golpes posibles. Pero como, al parecer, estamos entrenando, lo ha hecho de forma dulce, sin ensañarse, sin abatirme. Golpecito a la boca del estómago, caída a las cuerdas. Toque de náusea, no llegas a vomitar. Izquierdazo, huesos, vahído, vértigo. Molestias en todo el cuerpo. Vete a la cama. Relájate, que ahora vuelvo. Me levanto, me mareo. Quiero hablar, no me da el aire, viene la arcada. Y la acidez y el estreñimiento. Y el sabor de boca y el olor a todo. Todo tan físico, tan químico, tan real…

Pero eso no es todo. La bomba se acompaña de artimañas más sutiles. Casi sin darte cuenta, te cubre de una finísima tela, como de araña marrón grisácea, que se mete entre los pliegues del cuello cuando te tumbas, entre los dedos; que te envuelve la espalda y se siente, exactamente, como la nostalgia. Y en las noches, se torna como liliácea y te avisa del miedo y te engaña con frases que no significan nada: para qué vine, adónde voy, qué he hecho hasta ahora… Y es aquí donde no sirven las recetas de frutas, ni de aloe ni cannabidioles. Aquí hay que sacar el arma secreta sin miramientos. Revolverse, limpiarse, no dejar que se te pegue. Y para ello: la cabeza. La evocación del mar, la imagen de mis sobrinos, una canción, saber que se acaba, contaros esto en el blog, mirarlo como desde fuera... Y si logras quitarte el tul, la bomba te abre otra puerta: la del estar. Estar sobre la cama porque puedes, oír música si quieres, callarte, no pensar, no hacer nada, sin culpa, esperar, no planear... Esto es nuevo, nuevo en mí y es la puerta que voy a atravesar.

Ya está, quinto día. Creo que los restos de la bomba han salido ¡por fin! por la cañería. Vislumbro que se acabó el primer round. Ya queda menos y en el tablero, un modesto empate a cero.

sábado, 28 de agosto de 2010

De inicios de la quimio y cannabidioles

Hoy hace exactamente dos meses que el Dr. Fábrega, con una mueca entre la sonrisa amorosa y el deseo de no hacer daño me dijo: con este bultito no tengo la menor duda, es de los que no me gustan. No voy a contar ahora el proceso que siguió, lo contaré en otro momento porque pienso ir hacia atrás y hacia adelante como lo hace la música de Albéniz que inunda ahora mi sala. Lo contaré porque no pienso ahorraros los detalles, porque soy exhibicionista con las letras, porque así aseguraré que todas y todos estéis al día y quizás (vanitas vanitatis…) porque quizás logre interesar a alguien. Lo contaré, pero no ahora. Ahora empiezo por hoy, o mejor dicho por ayer.

Hoy hace exactamente un día que he comenzado mis sesiones de quimioterapia. Finalmente, tras casi 3 semanas de ver si las heridas abiertas mejoraban, se tomó la decisión de meterle al cuerpo la batería química que permita atacar cualquier celulita que, osadamente, hubiera podido pasar por el torrente sanguíneo con intención de asentar sus reales y ponerse a formar tumoraciones a lo loco. Allí me presenté con mi recién estrenado corte de pelo a dejarme intubar mientras escuchaba las alentadoras palabras no sólo de Milagros, la enfermera, sino de dos co-sufridoras que me llevan meses de adelanto en estas lides.
El secreto está en el agua, decía una; ni pruebes los cítricos, la otra. Yo he dejado de comer todo tipo de grasas, sólo me permito un poquito de aceite en la ensalada pero sobre todo paciencia, mijita. Paciencia. Esto se acaba y el tiempo pasa tan rápido! Paciencia, que cada día es un día menos para el final y éste llega. Tanta ternura en sus voces, tanta complicidad y tanta comprensión que no me costó identificarme y escucharlas en el recuerdo de mi madre. Mi madre, un día sobre un sofá similar, con una ansiedad similar, hoy me diría algo parecido, casi con esa misma voz aunque el acento las distanciara. Panamá-Villarcayo, 8,000 km. y ninguna distancia hoy. Y por si la hubiera, ya nos encargamos de que Albéniz la borre. 

Pero mientras ellas revelaban sus secretos yo no quería hacer lo mismo con el mío. Desde Colombia, desde Bilbao, de México, de la isla del Rey en el Pacífico o del Caribe en Manzanillo y procedente de todas las búsquedas on line, mi secreto era un secreto a voces pero nada recomendable de meter en la conversa así que, aunque sintiéndome ligeramente insolidaria, preferí callar: Tenía marihuana para librarme de todos mis males.

Acabé en menos de 2 horas de mi inmersión química y llegué a casa con la serena intención de sentarme a ver lo que siento. Nada por ahora. Pero, como ciertos toques de ansiedad y mi vida actual son compañeras inseparables, decidí abrir mi cajita de la risa y fumarme el preciado secreto.

He sido fumadora profesional pero nunca mucho de sustancias ilegales, solo de las legales mortíferas y otrora bien vistas. Así que como si de un “celtas” se tratara, calada va, calada viene, que me casco el canuto.
Panamá Red: la reina de las marías, la mejor de las hierbas del continente americano. Aquella que, en su momento, alegró la vida de decenas de miles de soldados gringos y panameños y a cuantas otras almas pasaran por Panamá, ombligo del mundo y paso natural entre Colombia y México.

No había pasado una hora cuando mis amigos, que diría habían llegado intencionadamente después de que ya me hubiera acabado mi terapéutico peta, veían como mi cara palidecía. Aguanté como pude y aún tuve tiempo de sentenciar, defender y opinar con cierta vehemencia sobre cuántos temas se trataran no sin confundir plurales, géneros y conjugaciones verbales de cuantas palabras pronuncié. Un colocón de espanto.

Y a medianoche: fantasías animadas de ayer y hoy. Se me agruparon todos los miedos, recuerdos, aspiraciones, quereres de antes y de ahora y acabé con un ataquito de desazón más propio del día antes de un examen que del día D de la quimio. Eso sí, ni una náusea. Ni un malestar estomacal pero ideas fijas generadoras de ansiedad y tristeza, todas. Gracias a Isabel que estaba a mi lado para traerme al mundo real, al de a aquí no pasa nada.

Y hoy, ¡que ya es hoy!, cuando cuento a quienes me asesoran (que incluso lo hacen en otros temas no menos sesudos para insignes organismos de cooperación internacional…), las recientes experiencias con la terapia alternativa, he sido tratada como lo que soy: una ignorante, neófita y avezada primeriza. ¡No era un vulgar cigarrillo!. Se trataba de una mezcla cuasi sagrada de cannabidiol y THC que debe de tomarse en dosis lentas, poniendo intención en cada aspirada y, ¡desde luego!, no dejando que éstas superen las dos o tres sin saber cómo afectan al cuerpo y mente, ésta, en mi caso, con clara tendencia a la sobre-estimulación...

Así que hoy se me mezcla la sensación entre resaca y malestar gripo-estomacal, manejable pero nada recomendable. ¿Y quién es la guapa que se atreve a preguntar a qué se debe? Otra vez a mantener silencio. Pero esta vez no lleno de insolidaridad sino de absoluta y total vergüenza por mi torpeza. Quod natura non dat, Salmantica non praestat…

Seguiré con Albéniz, que me ayuda a ver la vida en color sepia, como recomienda mi amigo Luis. Y voy de mi corazón a mis asuntos que diría el centenario Miguel Hernández, de la terraza a la cama y del sofá a la terraza sabiendo que esto se acaba. Que hoy queda un día menos. Que por paciencia no sea, que lo malo es soportable y lo bueno, mucho por llegar.