Bitácora de un viaje por el cáncer. De un viaje que no va a matarme, que no va arrastrarme. De un viaje que es más bien una piedra en el camino, en éste que me mantiene entre el estar y el ir.



sábado, 28 de agosto de 2010

De inicios de la quimio y cannabidioles

Hoy hace exactamente dos meses que el Dr. Fábrega, con una mueca entre la sonrisa amorosa y el deseo de no hacer daño me dijo: con este bultito no tengo la menor duda, es de los que no me gustan. No voy a contar ahora el proceso que siguió, lo contaré en otro momento porque pienso ir hacia atrás y hacia adelante como lo hace la música de Albéniz que inunda ahora mi sala. Lo contaré porque no pienso ahorraros los detalles, porque soy exhibicionista con las letras, porque así aseguraré que todas y todos estéis al día y quizás (vanitas vanitatis…) porque quizás logre interesar a alguien. Lo contaré, pero no ahora. Ahora empiezo por hoy, o mejor dicho por ayer.

Hoy hace exactamente un día que he comenzado mis sesiones de quimioterapia. Finalmente, tras casi 3 semanas de ver si las heridas abiertas mejoraban, se tomó la decisión de meterle al cuerpo la batería química que permita atacar cualquier celulita que, osadamente, hubiera podido pasar por el torrente sanguíneo con intención de asentar sus reales y ponerse a formar tumoraciones a lo loco. Allí me presenté con mi recién estrenado corte de pelo a dejarme intubar mientras escuchaba las alentadoras palabras no sólo de Milagros, la enfermera, sino de dos co-sufridoras que me llevan meses de adelanto en estas lides.
El secreto está en el agua, decía una; ni pruebes los cítricos, la otra. Yo he dejado de comer todo tipo de grasas, sólo me permito un poquito de aceite en la ensalada pero sobre todo paciencia, mijita. Paciencia. Esto se acaba y el tiempo pasa tan rápido! Paciencia, que cada día es un día menos para el final y éste llega. Tanta ternura en sus voces, tanta complicidad y tanta comprensión que no me costó identificarme y escucharlas en el recuerdo de mi madre. Mi madre, un día sobre un sofá similar, con una ansiedad similar, hoy me diría algo parecido, casi con esa misma voz aunque el acento las distanciara. Panamá-Villarcayo, 8,000 km. y ninguna distancia hoy. Y por si la hubiera, ya nos encargamos de que Albéniz la borre. 

Pero mientras ellas revelaban sus secretos yo no quería hacer lo mismo con el mío. Desde Colombia, desde Bilbao, de México, de la isla del Rey en el Pacífico o del Caribe en Manzanillo y procedente de todas las búsquedas on line, mi secreto era un secreto a voces pero nada recomendable de meter en la conversa así que, aunque sintiéndome ligeramente insolidaria, preferí callar: Tenía marihuana para librarme de todos mis males.

Acabé en menos de 2 horas de mi inmersión química y llegué a casa con la serena intención de sentarme a ver lo que siento. Nada por ahora. Pero, como ciertos toques de ansiedad y mi vida actual son compañeras inseparables, decidí abrir mi cajita de la risa y fumarme el preciado secreto.

He sido fumadora profesional pero nunca mucho de sustancias ilegales, solo de las legales mortíferas y otrora bien vistas. Así que como si de un “celtas” se tratara, calada va, calada viene, que me casco el canuto.
Panamá Red: la reina de las marías, la mejor de las hierbas del continente americano. Aquella que, en su momento, alegró la vida de decenas de miles de soldados gringos y panameños y a cuantas otras almas pasaran por Panamá, ombligo del mundo y paso natural entre Colombia y México.

No había pasado una hora cuando mis amigos, que diría habían llegado intencionadamente después de que ya me hubiera acabado mi terapéutico peta, veían como mi cara palidecía. Aguanté como pude y aún tuve tiempo de sentenciar, defender y opinar con cierta vehemencia sobre cuántos temas se trataran no sin confundir plurales, géneros y conjugaciones verbales de cuantas palabras pronuncié. Un colocón de espanto.

Y a medianoche: fantasías animadas de ayer y hoy. Se me agruparon todos los miedos, recuerdos, aspiraciones, quereres de antes y de ahora y acabé con un ataquito de desazón más propio del día antes de un examen que del día D de la quimio. Eso sí, ni una náusea. Ni un malestar estomacal pero ideas fijas generadoras de ansiedad y tristeza, todas. Gracias a Isabel que estaba a mi lado para traerme al mundo real, al de a aquí no pasa nada.

Y hoy, ¡que ya es hoy!, cuando cuento a quienes me asesoran (que incluso lo hacen en otros temas no menos sesudos para insignes organismos de cooperación internacional…), las recientes experiencias con la terapia alternativa, he sido tratada como lo que soy: una ignorante, neófita y avezada primeriza. ¡No era un vulgar cigarrillo!. Se trataba de una mezcla cuasi sagrada de cannabidiol y THC que debe de tomarse en dosis lentas, poniendo intención en cada aspirada y, ¡desde luego!, no dejando que éstas superen las dos o tres sin saber cómo afectan al cuerpo y mente, ésta, en mi caso, con clara tendencia a la sobre-estimulación...

Así que hoy se me mezcla la sensación entre resaca y malestar gripo-estomacal, manejable pero nada recomendable. ¿Y quién es la guapa que se atreve a preguntar a qué se debe? Otra vez a mantener silencio. Pero esta vez no lleno de insolidaridad sino de absoluta y total vergüenza por mi torpeza. Quod natura non dat, Salmantica non praestat…

Seguiré con Albéniz, que me ayuda a ver la vida en color sepia, como recomienda mi amigo Luis. Y voy de mi corazón a mis asuntos que diría el centenario Miguel Hernández, de la terraza a la cama y del sofá a la terraza sabiendo que esto se acaba. Que hoy queda un día menos. Que por paciencia no sea, que lo malo es soportable y lo bueno, mucho por llegar.