Bitácora de un viaje por el cáncer. De un viaje que no va a matarme, que no va arrastrarme. De un viaje que es más bien una piedra en el camino, en éste que me mantiene entre el estar y el ir.



jueves, 23 de septiembre de 2010

Vaivenes y alegrías

Seamos sinceros. El bienestar es mal inspirador de reflexiones. ¿Conocen algún poeta que gozando de buena salud, tras disfrutar de una opípara comida, recibir el amor correspondido de su amante, y cobrar una importante cantidad de dinero por su última publicación ideara alguna poesía imperecedera? Me temo que no. Y eso es básicamente lo que me ha pasado esta semana. ¿Qué les cuento yo a estos “seguidores” míos si estoy como una señora? ¿De qué hablo yo en este blog -cuya responsabilidad ahora me pesa- si no estoy al tanto ni de política ni de ningún tema de actualidad que no fuera mi propio yo y ese yo lo único que puede decir es: “me encuentro entre bien y muy bien, gracias”?.
Pensé en escribir sobre la amistad (que tanto valoro siempre y muy especialmente ahora) pero Rosa Montero se me adelantó y escribió un buen artículo sobre ello en El País. Pensé en hacerlo sobre las bondades de la familia numerosa que tan bien me ha venido en estos momentos (Gracias Pilar! Gracias Maria Luisa!) pero se me vinieron a la cabeza algunos otros inconvenientes y me dije: en ese lío, yo no me meto y ahí me quedé como seca, sin ideas.
Y es que, aunque la semana pasada los horrores físico-mentales me hicieron sentirme como os conté (o sea, de la chingada!), amanecía el lunes y sentí nuevamente que la vida es una gozada, que la lluvia (no sólo en Sevilla…) es una maravilla y que la luz no sólo sirve para activar la clorofila que tan loca me volvió en la carrera sino para ver en Panamá la delicia que me ha hecho quedarme tanto tiempo.
También debe de ser efecto de la quimio ese subidón anímico que sientes, por lo que estoy por pedir el componente que me hace disfrutar así para entregarlo, en pequeñas dosis, a cuantos desesperados, desesperanzados y desanimados (iba a añadir la –a a todos los adjetivos pero la verdad es que las mujeres que me rodean son siempre tan optimistas!!) encontramos a nuestro paso porque me siento tan contenta que me encantaría repartir alegría por doquier.
Así es la quimio, una montaña rusa que te hace conocer el infierno y te sube al séptimo cielo en menos de una semana y así es el cuerpo, una materia moldeable que permite esa transformación. Mañana vuelvo al gris-marrón, al eterno malestar, a la nube tóxica. Y van tres. Suerte y al toro, me digo, y a la vuelta os cuento.