Bitácora de un viaje por el cáncer. De un viaje que no va a matarme, que no va arrastrarme. De un viaje que es más bien una piedra en el camino, en éste que me mantiene entre el estar y el ir.



miércoles, 10 de noviembre de 2010

En el trópico y “desnuda”…

Han pasado ya tres semanas desde mi último encuentro con el blog y siento que hubiera pasado mucho tiempo ya desde esos primeros embates quimioterápicos que tanto horror me produjeron. Ahora estoy con la segunda tanda y efectivamente está resultando  mucho más liviana. Cada semana (durante 12, o sea, hasta enero!) me sentaré nuevamente en el sillón de la clínica para hacer pasar por el circuito sanguíneo un líquido que me deja algo así como medio griposa unos días. Efectos: dolores musculares como de artrosis, sequedad inimaginable de piel y mucosas, calores menopáusicos, estreñimiento crónico y alopecia. En fin, nada comparable con lo anterior, ni tristeza ni desolación, aunque quimio al fin y al cabo.
Pero no quería centrarme en los efectos sino de una experiencia que tuve ayer y sobre la que me gustaría opinarais. Ayer salí en coche por la ciudad a hacer alguna cosa y, sin pensarlo, me quité la gorra que llevaba puesta. Recordé la primera vez que me pusieron gafas. Yo tendría unos 12 años y en el camino hacia la escuela creí ver que todas y cada una de las personas con las que me crucé pensaban: mira esa pobre niña; con gafas. Imaginé conversaciones entre familias que ni conocía: pues a la de Robles, una de las pequeñas, le han puesto gafas… Tardé muy poco en acostumbrarme a aquellos lentes y deseché la idea de que alguien se fijara en mí por miope. Sé que mi pelo, una vez acabado el tratamiento, volverá abundante y ondulado a cubrir mi cabeza así que quizás no mereciera la pena andar llamando la atención como lo “hice” con mis primeras gafas pero resulta tan cómodo no tener nada que te moleste en la cabeza que me invade la tentación de desnudarme y andar por la calle con la cabeza “cocobolo” que dirían por aquí.
Por comodidad me gustaría no tener que llevar siempre gorra o pañuelo (maravillosos regalos de varias amigas y hermanas, por cierto). Hace calor, tengo que pensar con qué combina (son todos extraordinariamente estampados) y creo que, como mucho, originaría la misma escasa reacción que mis lentes: pues a la de Robles, le están dando quimio; o sea, nada. Pero es que además, no sé de dónde ha surgido la común idea de que la cabeza rapada de una mujer es algo impúdico, feo u ocultable. Yo veo nadadores rapados, luchadores rapados, señores calvos rapados, modelos rapados y resulta bastante normal, no? Pues mi cabeza no es más fea que la de ellos!
Pero existe otra razón además de la de mi comodidad y la de las barreras del género y es la del estigma del cáncer. Sí, he tenido cáncer, se cura con cirugía y quimioterapia y ésta origina alopecia. ¿Ocultamos la escayola cuando se nos rompe una pierna? ¿Nos tapamos la nariz cuando nos resfriamos porque esté roja e irritada? ¿Maquillamos a los niños cuando tienen varicela para que nadie pueda ver sus granos en la cara? Pues por la misma razón, si tengo suficiente calor, debería poder mostrar mi cabeza, ¿no creen?
Y así lo hice ayer, me bajé del carro, entré en el super, cogí un carrito y bajé al principio la cabeza. Me dije Olga, ¡arriba! Miré al fondo, nadie pareció mirarme mucho;  bueno, si, una niña de unos 4 años volvió la cabeza chupando un caramelo. En el pasillo de las pastas, me crucé con una señora que me saludó sonriente. Volví a cruzármela en los detergentes y esta vez me guiño el ojo. Estoy segura: ella también había “sido” calva y probablemente no se atrevió a pasear “desnuda” y me animaba a hacerlo. Al pagar, todos fueron tan amables que creí estar en una película americana de estrenos TV. Les faltó un” I love you honney!” o un animoso “take care!”
Y os pregunto si quizás resulta demasiado impactante ver a una mujer como yo calva y debería evitarlo por respeto a quien me ve ¿Es muy egoísta no hacerlo? ¿Creéis que es molesto ver a alguien con esta facha? ¿Será como aquel cuento del traje del rey en el que nadie atrevía a decir: el rey está desnudo? ¿Suena a “esta tía va de guay y quiere llamar la atención”? No sé, ahí lo dejo. Por el momento, os diré que hace un día precioso, que el huracán Tomás ya se alejó del Caribe y que, desde luego con este día, en mi terraza, la cabeza no me la tapo ni aunque fuera hija del talibán. Besos a diestro y siniestro!!