Bitácora de un viaje por el cáncer. De un viaje que no va a matarme, que no va arrastrarme. De un viaje que es más bien una piedra en el camino, en éste que me mantiene entre el estar y el ir.



miércoles, 1 de septiembre de 2010

Primer round

Y de repente llegó la bomba (ruego se pronuncie con acento ruso, como de Chernóbil). Cuando el sábado, tras la ingesta de la que os hablé y animada por Gina me puse a escribir el blog, pensaba que estaba escribiendo sobre lo que se sentía con la bomba. No! lo que se siente, vino después.


La bomba es cómo un púgil. Ágil. Adiestrado. Certero. Y sin esperarlo, me ha enseñado toda su batería de golpes posibles. Pero como, al parecer, estamos entrenando, lo ha hecho de forma dulce, sin ensañarse, sin abatirme. Golpecito a la boca del estómago, caída a las cuerdas. Toque de náusea, no llegas a vomitar. Izquierdazo, huesos, vahído, vértigo. Molestias en todo el cuerpo. Vete a la cama. Relájate, que ahora vuelvo. Me levanto, me mareo. Quiero hablar, no me da el aire, viene la arcada. Y la acidez y el estreñimiento. Y el sabor de boca y el olor a todo. Todo tan físico, tan químico, tan real…

Pero eso no es todo. La bomba se acompaña de artimañas más sutiles. Casi sin darte cuenta, te cubre de una finísima tela, como de araña marrón grisácea, que se mete entre los pliegues del cuello cuando te tumbas, entre los dedos; que te envuelve la espalda y se siente, exactamente, como la nostalgia. Y en las noches, se torna como liliácea y te avisa del miedo y te engaña con frases que no significan nada: para qué vine, adónde voy, qué he hecho hasta ahora… Y es aquí donde no sirven las recetas de frutas, ni de aloe ni cannabidioles. Aquí hay que sacar el arma secreta sin miramientos. Revolverse, limpiarse, no dejar que se te pegue. Y para ello: la cabeza. La evocación del mar, la imagen de mis sobrinos, una canción, saber que se acaba, contaros esto en el blog, mirarlo como desde fuera... Y si logras quitarte el tul, la bomba te abre otra puerta: la del estar. Estar sobre la cama porque puedes, oír música si quieres, callarte, no pensar, no hacer nada, sin culpa, esperar, no planear... Esto es nuevo, nuevo en mí y es la puerta que voy a atravesar.

Ya está, quinto día. Creo que los restos de la bomba han salido ¡por fin! por la cañería. Vislumbro que se acabó el primer round. Ya queda menos y en el tablero, un modesto empate a cero.